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jueves, 16 de mayo de 2013

Los Que Mataron al Turismo.

Por:  Eduardo Llibre

   Fue una verdadera asociación de malhechores la que le dio el puntillazo al turismo de la Costa Norte y muy especialmente de Sosúa. Todos a una, obraron para que los visitantes se alejaran definitivamente de nuestra región. Unos pecaron por comisión y otros por omisión, pero todos fuimos responsables del derrumbe. A continuación trataré de enumerar, de la forma más sucinta posible, los elementos que se conjugaron y que dieron al traste con la actividad turística de nuestra zona. Aclaro que el orden en que los enumero no tiene que ser necesariamente el correcto.

1. Abuso de comerciantes y prestadores de servicios.
Cuando los canadienses y norteamericanos comenzaron a arribar a nuestras playas, el oro comenzó a correr a raudales. De la noche a la mañana nos percatamos de que éramos ricos. Los establecimientos comerciales instauraron doble rasero: uno para los criollos y otro para los turistas. Cualquier triste T-shirt nos era vendido en veinte pesos, mientras que al visitante se lo ofertábamos a … trescientos o a quinientos pesos! Cuando el pasaje de Sosúa a Puerto Plata, por ejemplo, costaba cinco pesos a los gringos se les cobraba cien. La tarjeta postal que se vendía normalmente a 0.25 a los americanos se les vendía a … 5.00 pesos.

2. Deterioro del Medioambiente.
Al descubrirse oro en la Costa de Ambar, las comarcas vecinas prácticamente se volcaron hacia Sosúa, Puerto Plata o Cabarete. Las veredas de los caminos, las barrancas y las orillas de ríos y cañadas se llenaron de ranchos, ante la mirada indiferente de las autoridades. Las autoridades municipales de Sosúa permitieron, -peor aún: incentivaron- la ocupación del entorno de la playa nuestra. En pocos años los arroyos y cañadas se constituyeron en fuentes de severa contaminación, cuyo destino final era –y es- Playa Sosúa. De ser un espacio libre, limpio, tranquilo, Playa Sosúa se convirtió en un auténtico arrabal de casetas construidas a partir de pedazos de tablas o de plywood y cubiertas con lonas plásticas. Las fritangas y la bullaranga se adueñaron del entorno; los “caseteros” ocuparon casi la totalidad del área de playa con sus millares de sillas reclinables y comenzaron a importunar y a asediar a unos vacacionistas que sólo buscaban solaz; los vendedores de las más variopintas mercancías y las “peinadoras” haitianas se convirtieron en un auténtico tormento; las aguas de la Bahía de Sosúa se llenaron de todo género de desechos provenientes de los improvisados barrios levantados en los alrededores del río Sosúa… Cuando todo Sosúa se llenó de hoteles, el servicio de agua potable se tornó precario, viéndose los propietarios de esos establecimientos en la necesidad de contratar los servicios de camiones-cisternas a los fines de asegurarse el preciado líquido. Las cisternas de estos hoteles eran llenadas con agua tomada directamente del contaminado río Sosúa y tanto costaba esta agua sucia y contaminada como la limpieza del lodazal que se cumulaba en los fondos de las citadas cisternas. Nunca pasó por nuestra mente la posibilidad de que las autoridades de los países emisores de turistas se preocuparían por la salud de sus ciudadanos; pero parece que sí se preocuparon.


3. Inseguridad.
Como buen pueblo minero, Sosúa –y creo que Puerto Plata- devino imán irresistible que atrajo todo género de aventureros, tanto nacionales como extranjeros. Prostitutas, muchas haitianas y otras procedentes de Santo Domingo y otras ciudades del sur del país, recalaron en este nuevo “El Dorado”. Estas mujeres no vinieron solas, sino que lo hicieron acompañadas de sus respectivos chulos, muchos de los cuales también eran ladrones y/o atracadores. Para rematar, el Estado creó una “vaina”, infuncional ella, llamada Policía Turística, la tristemente célebre Politur. Un organismo creado dizque para proteger y orientar al turista. Quién conoce a un miembro de esta cosa que hable, por lo menos un chin inglés? . Muy pronto la trilogía se completó: cueros, chulos y politurs; todos a una en contra de los incautos turistas. Les siguieron los ladrones, atracadores y gente de mal vivir, incluyendo a los miembros de la policía ordinaria. Todos vieron –y ven- en la Costa Norte una oportunidad para “defenderse”. El resto es historia y todos la conocemos. Es de justicia mencionar la aparición de estafadores internacionales, los que se dedicaron a engañar y a defraudar a inversionistas de buena fe, pero algo incautos. Muchos de estos bandidos fueron apadrinados por ciertas instancias del poder político de la provincia. Ahí está la Historia.

4. Corrupción estatal.
Durante el boom del turismo muchos funcionarios hicieron de las suyas. Ponían todo tipo de trabas e impedimentos a los nuevos inversionistas; complicaban las cosas con la aviesa intención de desesperar. Todavía se sigue con esa práctica: poner dificultades hasta que el inversionista “entienda”. Es un secreto a voces en Sosúa que hace unos años vinieron unos empresarios con la intención de instalar un generador eólico de 50 MW cerca de Cabarete. Sus planes se estrellaron contra la muralla de los regidores, que pedían “lo suyo”.

Paro aquí, aunque falta mucho por decir. A otros que se animen y exterioricen sus ideas.

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